Según el informe Davos del Foro Económico Mundial, la “inteligencia emocional” aparece como una de las habilidades más demandandas por las empresas a los profesionales en el año 2020.
No es nada nuevo. Se ha hablado y escrito mucho de Inteligencia Emocional desde que se popularizó el término en el mundo laboral en 1995 con el célebre libro de Daniel Goleman. Sin embargo, en estos últimos años estamos viviendo lo que podríamos llamar la “revolución de las emociones”, en múltiples ámbitos de la vida cotidiana. Película Disney estrenada en el 2015 cuyos cinco protagonistas son las emociones de una niña (Inside Out), permanentes alusiones en las innovaciones pedagógicas del ámbito educativo (Método Braini), recurrentes ofertas de cursos para profesionales del mundo sanitario en “gestión emocional” e incluso la apertura del primer “Hospital de las Emociones” en Ciudad de Méjico.
Volviendo al mundo de la empresa, que es el que nos ocupa, es posible que en un futuro no muy lejano, la “gestión emocional” sea una competencia estrella en cualquier directorio – de empresa pequeña, mediana o grande-, las acciones formativas centren su foco en esta materia, se seleccione a los profesionales que mejor manejen sus emociones y se reconozca “la gestión emocional” como la habilidad clave para ser un buen líder.
Y es que parece que – por fin – nos hemos dado cuenta de la naturaleza biológica de las emociones. Las emociones “están”. Nos gusten más o menos, las “tenemos” y las tienen cada una de las personas de nuestros equipos. Y si aceptamos que la emoción precede a la acción, que a su vez es causa directa de los resultados, ya tenemos la ecuación… aunque sin resolver. No sólo están, sino son necesarias. Y nuestra responsabilidad es “qué hacemos con ellas”.
Las emociones “están”. Nos gusten más o menos, las “tenemos” y las tienen cada una de las personas de nuestros equipos. Y nuestra responsabilidad es “qué hacemos con ellas”.
Ira, resentimiento, resignación, decepción… son nombradas habitualmente en los procesos de Coaching que trabajo con Directivos. En general, estamos poco o nada en contacto con nuestro mundo emocional, que en muchos casos tenemos bloqueado. Por ello, el primer paso es aprender a escucharnos, auto-observarnos, y reconocer lo que sentimos. Ponerles nombre también adquiere su importancia, pues hay mucha confusión “emocional”. A veces sentimos un mix de ellas, y no estamos entrenados en su identificación. Y por supuesto, algo imprescindible en este camino, aceptarlas. Como dice Carl Jung, “a lo que te resistes, persiste”. Y no son pocos los casos en los que se observa un anclaje emocional por negarse a aceptar alguna emoción, véase la tristeza.
Pero eso es sólo el principio, pues la parte más complicada –desde mi experiencia – está en evolucionar desde el tradicional “control”. La represión emocional es una solución, si acaso, a corto plazo. Sin embargo, una buena gestión es una aprendizaje que, una vez que se adquiere, permite ganar en bienestar interior, empatía y, en general, calidad de vida.
Todo ello, sin duda, tiene un impacto directo – que hemos podido comprobar – en las relaciones en el mundo laboral. El líder mejora la comunicación con sus colaboradores, está más preparado para dar feedback, vuelve la ilusión a los equipos, disminuyen los problemas interdepartamentales, los mandos gestionan mejor los conflictos, etc. En definitiva, estamos en condiciones de afirmar que cuando se apuesta por una cultura de gestión emocional, mejora el rendimiento, mejoran las relaciones y, con ello, los tan necesarios y ansiados resultados.
Todo ello tiene un impacto directo en las relaciones en el mundo laboral. El líder mejora la comunicación con sus colaboradores, está más preparado para dar feedback, vuelve la ilusión a los equipos, disminuyen los problemas interdepartamentales, los mandos gestionan mejor los conflictos, etc.
Desde Dopp Consultores ofrecemos programas de distinto enfoque y duración, en función del colectivo, todos ellos centrados en lo que llamamos “Liderazgo emocional”. Trabajamos con los participantes la relación con su mundo emocional, se acercan al mismo, aprenden a ser un observador distinto de sus propias emociones y, lo que es aún más poderoso, también de las ajenas. Inician el camino del autoconocimiento para poder mejorar la empatía. Se trata de mejorar en dos dimensiones: “yo-conmigo” y “yo-con los demás”. En palabras de nuestros últimos clientes, una multinacional del sector transportes, que vivieron la experiencia hace un par de meses: “Esto es algo diferente. Va a la causa, no al efecto. Se ha creado un clima especial, hemos sacado la esencia de cada uno de nosotros en este programa. Queremos más.”.
Y para terminar, un “pero”, quizás el único. Hay que ser valiente para adentrarse. No todos piensan que están preparados.. a veces no queremos mirar dónde más nos duele. Es más fácil abordar otros aspectos primero, buscar justificaciones – “aún no somos suficientemente maduros como Organización” -. Aunque cada vez menos, existen aún muchos prejuicios sobre la materia, “parece” poco seria, poco profesional. Es cierto que no se trabaja con el método del caso como en las grandes escuelas de negocio. Esto va de otra cosa, pero hasta aquí la reflexión. ¿Te atreves?